Historia

de la Catedral

author01 Ramón Cuadra Cantera 20/12/2005
La Iglesia Matriz Catedral de Montevideo es el monumento más insigne de la época colonial. Ocupa el lugar asignado en 1730 luego del trazado de la ciudad por Millán y según señalaban los planos de Petrarca entre las calles San Juan y San Carlos, actualmente Ituzaingó y Sarandí.
Testigo del tiempo, se destaca en el entorno como un emblema, recortando en el azul del paisaje su majestuosa estampa. Rereferente de los antiguos navegantes que a llegar a la bahía, se impresionaban por la belleza de sus líneas. Inspiración para muchos artistas, que vieron en ella un motivo para su creación.
El templo que vemos hoy, donde se reúne la feligresía católica, tuvo un proceso largo hasta culminar en esta obra de arte de nuestra arquitectura.
Su historia comienza con la historia de la cuidad, cuando en 1726 Don Bruno Mauricio de Zabala pide a las Misiones Jesuíticas dos mil indios tapes para fortificar la naciente ciudad. Con ellos vinieron dos sacerdotes jesuitas para atenderlos espiritualmente y esto dio origen a la primera construcción, una capilla de piedras firmes con techo de tejas. Estaba ubicada en la esquina de las calles San Francisco y San Miguel hoy llamadas Piedras y Zabala. Esta capilla fue utilizada como Matriz hasta 1740.
En 1730 se había comenzado la edificación de la iglesia Matriz en el espacio que señalaban los planos de Petrarca, entre las calles San Juan y San Carlos, hoy Ituzaingó y Sarandí, lugar que ocupa actualmente. En 1740 se trasladaron de la Matriz primitiva los patronos San Felipe y Santiago, quedando finalizada esta obra en 1746.
En el año 1788 se desploma esta construcción y es trasladada a la capilla de los padres Jesuitas en la calle San Gabriel y San Juan, actualmente denominadas Rincón e Ituzaingó. Esta capilla se usaba como depósito de artillería al haber sido expulsados en el año 1767.
La iniciativa de construir un templo nuevo se debe al Padre Ortíz quien va a trabajar denodadamente para levantar la Matriz de la que hoy nos enorgullecemos. Luego de un proceso arduo de trabajao, de tres viajes a Buenos Aires para entrevistarse con el Obispo, conseguir el proyecto y el permiso, el 20 de noviembre de 1790 con la presencia del clero y de los cabildantes, se puso la piedra fundamental del actual templo.
La Catedral estuvo ligada al proceso independentista del pais y fue testigo y parte de él, durante las invasiones inglesas se convierte en hospital de sangre, llegándose a sepultar mucha gente en el atrio y alrededores. Los héroes del proceso independentista fueron la mayoría de ellos velados bajo su techo y algunos descansan en ella. En 1848 a las 9 de la mañana moría Dámaso Antonio Larrañaga en plena Guerra Grande. Sus restos fueron velados en la Catedral y su muerte puso un momento de tregua en la lucha para que vinieran de un bando y otro a rendirle homenaje al ilustre vicario. Desde 1971 los restos del Mons. Larrañaga descansan en la Catedral.Juan Antonio Lavalleja, muerto el 22 de octubre de 1853, Fructuoso Rivera al año siguiente el 13 de enero de 1854 y también Venancio Flores y Joaquín Suárez muertos en 1868, tienen en ella sus tumbas. Siendo trasladado más tarde, en 1997, los restos de Francisco Bauzá, uno de los más destacados laicos que también descansa en ella.
Cuando son repatriados los restos de Artigas en 1856, se velan por primera vez en suelo uruguayo en la Catedral, completando así el ciclo de unión del héroe con el templo, ya que había sido bautizado en la Matriz en 1764.
En 1858 es revocada la fachada y la cúpula por el arquitecto italiano Bernardo Poncini, y este arreglo definirá en cierta forma su estética visual que será reformada años más tarde, sin perder la estructura lineal que le dejara Poncini.
Pasados algunos años en 1905 Llambías de Olivar va a revocar nuevamente el frente cambiando el mortero de Poncini, pero no alterando en nada lo que este había realizado.
El reloj que luce en la torre sur fue inaugurado el 25 de diciembre de 1861 y tiene dos esferas, una que da al este y otra al oeste. Primeramente se iluminaban con lámparas de gas. Pasado el tiempo la electricdad se dará paso para la iluminación.
En 1870 se le confiere el título de Basílica Menor. El 13 de Julio de 1878 es elevada a Catedral al ser nombrado Jacinto Vera (1813-1881) primer Obispo del Uruguay por el Papa Pío IX. Había sido ordenado obispo en 1865 dándosele el titulo de Obispo de Megara. Pastor infatigable que recorrió toda la republica misionando, y así lo encontró la muerte. El pueblo decía de su santidad, de su amor y de su entrega, por lo que fue introducida la causa de canonización.
El 19 de abril de 1897 se la designa como Basílica Metropolitana al nombrar las diócesis sufragáneas e Salto y Melo, siendo su primer Arzobispo Mons. Mariano Soler (1856-1908) hombre sabio que dirigió los destinos de su iglesia con firmeza y dulzura, peregrino constante a Tierra Santa, donde con dinero de uruguayos y argentinos adquirió un predio en los Jardines del Rey Salomón y levantó un orfanato. Su cultura fue destacada siendo uno de los hombres más sabios que ha dado la iglesia y el país. Escribió numerosos libros y cartas pastorales. El primer obispo y el primer arzobispo, descansan también bajo las bóvedas del templo junto con los que fueron sus sucesores.
En lo que respecta a su arquitectura también tuvo que ser restaurada profundamente, y esto se realizó entre los años 1941 y 1963, interviniendo destacados arquitectos que con intensos estudios le devolvieron al edificio las líneas que lo caraterizaban y consolidaron su arquitectura para que la podamos ver como hoy. Estos arquitectos fueron Ruano que arregló la fachada y Armas que consolidó las bóverdas, rehizo la cúpula y la capilla del Santísimo.
En lo que respecta a la fachada se vio enriquecida con obras de arte importantes, al encargársele al escultor Belloni el relieve del tímpano con la escena "Tu eres Pedro", las figuras de la Inmaculada Concepción, la de los santos patronos San Felipe y Santiago completándose con los dos ángeles orantes. También para el atrio el Arq. Ruano diseñó los faroles y reconstruyó el dibujo de las baldosas del piso.
En 1951 es hallada en una de las tribunas la imagen colonial de la Inmaculada a quien Mons. Barbieri le dio el nombre de Nuestra Señora de la Fundación, presidiendo el Año Mariano de 1954. Cuando se terminó la capilla del Santísimo se la colocó en una hornacina donde luce actuamente. Las fiestas de la iglesia de Montevideo donde está presente la Catedral, son fiestas del pueblo, así lo recuerdan quienes vieron en 1959 llegar como purpurado al Cardenal Antonio María Barbieri, y en 1978 al celebrarse el centenario de la Diócesis de Montevideo la multitudinaria misa que desde un altar armado sobre los escalones del atrio de la Catedral concelebró con su clero y con su pueblo Mons. Carlos Parteli.
También la Catedral recibió la visita del Papa Juan Pablo II en 1987 y fue una fiesta popular. La gente se agolpó en la plaza aguardando la llegada del Santo Padre a la Matriz. Años antes en 1825 y en 1934 la Catedral había sido visitada por dos figuras que llegarían a ocupar la Cátedra de Pedro, Mons. Mastai Ferretti que tomaría el nombre de Pío IX y Mons. Pacelli que se lo conocería comoo Pío XII
Al asumir como Arzobispo de Montevideo Mons. Nicolás Cotugno el 20 de diciembre de 1998, el pueblo se volcó a la Catedral para la celebración eucarística y ésta se vio colmada de fieles desbordando los espacios.
En 1999 son devueltas por el Intendente de Montevideo a la Catedral las imágenes coloniales de San Felipe y Santiago que desde hacía muchos años estaban expuestas en el Museo del Cabildo. El año 2004 estuvo marcado por los festejos del Bicentenario de la Consagración, dando lugar a una inmensa cantidad de celebraciones que van desde lo cultural a lo edilicio teniendo como punto más alto la misa que celebró el Sr. Arzobispo Nicolás Cotugno, donde estrenó una casulla regalo del Santo Padre y consagró el pan y el vino en la patena y el cáliz que el Papa le mandara junto con la casulla para tan digno acontecimiento. En la fiesta popular, la comparsa La Zabala recreó el culto a San Baltasar, existente en la Catedral en la época colonial. Llamó la atención la hermosa torta que donaran el Centro de Confiteros del Uruguay de más de 2 metros, que fue recibida con aplausos al llegar al templo.
Ya esto es pasado, o historia y aún permanece la Catedral pronta cada día a escribir una nueva página de su historia que es la de las personas que habitan este suelo.
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Estilo Arquitectonico

Arquitectura de la Catedral

author02 Ramón Cuadra Cantera 20/12/2005
A diferencia de otros templos de América, la Catedral fue un templo de su tiempo. Me refiero a esto cuando pienso que su construcción responde al estilo de su epoca, que no es una respuesta tardía a un estilo quizá gustado pero no verdadero.
La Catedral construida entre 1790 y 1804 es de estilo neocásico. Los planos, que aún no se han encontrado, se deben sin duda a Custodio de Saa y Faría y su construcción tuvo un desvío del proyecto original, quizá porque este falleció dos años después de comenzadas las obras.
Otros autores se los han atribuido a José del Pozo y a Tomás Toribio, pero nuevos estudios se inclinan por el brigadier portugúes al servicio de España, Custodio de Saa y Faría, como el verdadero autor de los planos. Conviene preguntarnos entonces que características tiene el estilo neoclásico para poder descubir así la arquitectura de este templo.
Primeramente debemos tener presente que es un estilo que reacciona al estilo barroco recargado en sus formas donde se confundían en la decoración interior, pintura, escultura y arquitectura. Y más aún al estilo rococó con el que culmina el barroco, tan utilizado en los palacios y que queda unido así al estilo de la corte. Esta reacción no es solamente en lo que se refiere a lo artístico, sino que lo artístico acompaña una postura filosófica.
Es la época del racionalismo, que necesitaba una arquitectura de acuerdo a una construcción establecida en el pensamiento, cuyas formas tradujeran de modo especial el orden, sin dejar que lo domine la emoción. Encontraron entonces en el estilo greco-romano la perfección del modo, que daba lugar a sus obras. Este estilo se refuerza con los descubrimientos de Herculano y Pompeya en 1719 y 1748 respectivamente.
El neocásico fue un período que dejó una arquitectura potente donde el exterior denuncia el interior, buscando claridad en el decir artístico. Esta es la forma que domina la arquitectura de nuestra Catedral, con algunas variantes introducidas ya desde el principio, pero que no pudieron desviarla demasiado de su verdad estilística.
Durante mucho tiempo estuvo sin revocar, hasta que en 1858, Bernardo Poncini revoca el frente de la Catedral, arreglando la cúpula y llenándola de adornos.
Se respetaron las dos grandes líneas horizontales, que exhibía desde su inauguración, la primera existente en el proyecto de Saa y Faría al promediar la altura del orden colosal y la segunda, fue creada al dejar de lado el proyecto original. Estos han sido legados que definen el sentido visual del templo y que le han dado la impronta que lo caracteriza.
El arreglo de Poncini desvió, en lo que respecta a la fachada, su estilo, dándole con los adornos un aspecto que no condecía con el interior del templo y quitándole la sobriedad y fortaleza, propias del neoclásico.
El templo revocado por Poncini era de una gran magnificencia, pero no poseía la solemnidad requerida por el estilo; todo se desvirtuaba en esa cantidad de adornos que no hacían más que eso, adornar sin razón y esconder la verdad.
En el año 1941 al desprenderse una voluta de una de las columnas exteriores, el entonces Párroco Don Luis Roberto de Santiago hizo revisar toda la fachada y viendo que amenazaba ruina, formó una comisión y comenzó la indiscutible obra de restauración y convervación del templo.
El arq. Rafael Ruano, es el encargado de restaurar la fachada. Luego de un estudio pormenorizado del estilo, de la visión de templo de la gente y de reflotar y comprobar más tarde la hipótesis de un cuadro pintado por Branvila en la expedición Malespiana de 1794, comienza esta formidable obra.
Con ella le devolverá la sobriedad neoclásica, quitando todos los revoques y adornos que le colocara Poncini. Descubre la estructura colonial y comprueba la relación con el cuadro de Branvila, luego revoca la fachada ordenando las formas de las columnas y pilastras, llevando un plano hacia atrás las torres y denunciando las naves laterales en otro plano, para darle importancia a la nave central con su orden colosal coronado por el gran frontón curvo.
Los trabajos de estos años hicieron posible la conservación hasta nuestros días del templo. Más tarde, el Arq. Guillermo Armas se hace cargo de la restantes obras a realizar, detectadas al comenzar los arreglos del retablo mayor.
Consolidada las bóvedas y la cúpula con un sistema de grandes vigas de hormigón, que ejercen una fuerza perpendicular y son sostenidas por las pilastras del templo, sacando de modo otro tipo de fuerza que pudiera debilitar la estructura. Realiza la nueva cúpula terminada en 1958, y prosigue los trabajos de la capilla del Santísimo que también amenzaba ruina.
Todo este esfuerzo demandó a los arquitectos un pormenorizado estudio para poder legar a las futuras generaciones un templo que no fuera distinto en su estructura y disposición a aquel que conocieron en 1804 los pobladores del antiguo Montevideo, pero que por la intervención de su talento y los nuevos métodos constructivos, aseguraran su permanencia entre nosotros.
El templo es una construcción que consta de tres naves, que corresponden a los tres areos de la fachada dando acceso a un atrio bastante espacioso. La fachada destaca su orden colosal rematando las conlumnas con capiteles jónicos en la nave central. Y es ornamentado el acceso a las naves laterales con elegantes pilastras rematadas también con capiteles del mismo orden. El gran frontón curvo que denuncia el cañón de la nave central, se completa con dos torres que armonizan perfectamente con el frente y con la nueva cúpula que es mas alta que la de 1804.
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Monumentos Funebres

en la Catedral

author02 Ramón Cuadra Cantera 20/12/2005
El mármol, el bronce…
Los monumentos fúnebres

El espacio del templo se ha abierto para albergar las tumbas de aquellos hombres destacados en nuestra historia, ya sea por su heroicidad en las luchas de la independencia, por su entrega sin condiciones al prójimo o por el anuncio del Reino de Dios. En el podemos encontrar las tumbas de diferentes héroes nacionales, así como también de obispos y arzobispos que hablan del proceso del pueblo católico.

Al entrar al templo, en la nave norte, se destaca la tumba de Mons. Jacinto Vera, nuestro primer obispo. Sobre un sarcófago de mármol, en el que está grabado el epitafio en tres de sus caras, se encuentra la figura del prelado, representado de rodillas en actitud orante, con las manos juntas, cubierta su cabeza por el solideo, con la mitra al costado y revestido con capa pluvial.

El monumento se enmarca en un arco de 8 x 4,70m y se recuesta a una superficie plana donde aparecen dos angelitos en relieve sosteniendo una corona, símbolo de la gloria. Las pilastras del arco están esculpidas con distintos símbolos y llevan la siguiente inscripción: "virtus y caritas". En el medallón que corona el arco aparece tallado el escudo del obispo. La obra fue realizada por los hermanos Repetto en Lavagna, Italia y colocada en 1883.

En la capilla del Santísimo encontramos la tumba del General Venancio Flores (1809-1868) presidente interino primeramente y luego dictador, fue uno de los que defendió la religión cuando estaba unida al estado y restauró la Iglesia Matriz. La lápida fue esculpida por el escultor italiano José Livi.

En la misma capilla, construida cuando su restauración en la década de 1960, se encuentra la tumba de Antonio María Barbieri (1892-1979) primer Cardenal del Uruguay, Es una sencilla lápida donde se puede leer la siguiente inscripción: Antonio María Barbieri Cardenal de la Santa Romara Iglesia. 3º Arzobispo de Montevideo 12-X-1892. 6-VII-1979.

Siguiendo por la nave norte y al salir de la capilla encontramos la tumba de Mons. Inocencio María Yeregui, segundo obipos de Montevideo y párroco de la Catedral desde 1863 a 1867. Es una lápida en mármol donde se lee un extenso epitafio.

También desde 1991 se encuentra sepultado en una de las pilastras de la iglesia Mons. Luis Roberto de Santiago, párroco de la Catedral desde 1941 a 1970, él fue quien impulsó la restauración del templo. Se encuentran también las tumbas de Fructuoso Rivera (1778-1854) y Joaquín Suárez (1781-1868) cuyas placas de dimensiones considerables fueron realizadas en el taller de los artistas Azzarini y Palda.

El Brigadier Juan Antonio Lavalleja (1786-1853) está sepultado en esta nave en el espacio que queda entre el altar del Sagrado Corazón y la Dolorosa. Una placa realizada por el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, donde aparece esculpido el perfil del héroe rodeado de dos árboles que se entrecruzan, el laurel y el olivo, lo recuerdan.

En la nave Sur está la tumba de Mons. Dámaso Antonio Larrañaga, sacerdote sabio y patriota, primer vicario apostólico de la República. Nació en 1771 y murió en 1848. Sus restos fueron trasladados a la Catedral en 1971 y la placa con el medallón de bronce que luce actualmente fue inaugurada en 1994. El epitafio lo escribió el Prof. Pivel Devoto a pedido del Prof. Vicente Cicalese.

En 1959 fueron repatriados los restos del segundo Arzobispo de Montevideo Mons. Juan Francisco Aragone (1883-1953) arzobispo durante los años 1919 a 1940 en que renuncia. La lápida de su tumba tiene solamente una cruz que trata de imitar a la humilde de madera que tenía en su tumba anterior. En la pared se colocó una gran placa de mármol de carrara realizada por el artista Pantoja donde aparece tallado el epitafio y en relieve la imagen en tres cuartos de perfil del prelado.

En 1997 fueron trasladados a la Catedral los restos del historiador Francisco Bauzá (1849-1899) una de las personalidades del laicado cristiano más destacadas. Se le encargó al escultor Ramón Cuadra Cantera el bajorrelieve en bronce que está sobre su tumba. En él se encuentran dos figuras masculinas que representan, una la piedad y la historia, otra la elocuencia y el derecho. La escena está dominada por una cruz simbolizando el sentimiento cristiano de Francisco Bauzá.

La tumba de Monseñor Mariano Soler fue inaugurada el 25 de setiembre de 1930, el autor es el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, quien lo representó yacente envuelto con los ornamentos de arzobispo, luciendo a los pies un águila con el lema de su escudo: Absit Gloriari Nisi in Cruce.

Está rodeado por cuatro alegorías que aluden a la personalidad y la acción de Mons. Soler, dos figuras femeninas la piedad y la ciencia, y dos masculinas el peregrino y el cruzado.

El peregrino, representa su necesidad de peregrinar a la Tierra Santa, lugar a donde fue varias veces durante su mandato arzobispal. La figura está vestida con los atuendos propios de los peregrinos, el sombrero, el bastón con la cantimplora, la concha y las monedas que ha recibido de la caridad por su misión. En la esclavina lleva grabada la cruz de Tierra Santa.

La ciencia representada por una mujer que tiene en sus manos un pergamino que dice de su interés por el estudio y la sabiduría de las cosas.

El cruzado, es la encarnación del conquistado sueño del arzobispo de tener un lugar uruguayo en la tierra del Salvador, por eso lleva en su mano la fachada del Hortus Conclusus, que levantó en Tierra Santa con dinero de uruguayos y argentinos en los Jardines del Rey Salomón.

La piedad, habla de la espiritualidad profunda de Monseñor Soler, de su oración y de su sensibilidad por transmitir las verdades de la fe. La figura tiene en sus manos un rosario y a sus pies un incensario.

Un primer boceto realizado por el escultor estando en Francia, representa a Monseñor Soler de pie, vestido con los ornamentos arzobispales impartiendo la bendición, recordándonos las antiguas esculturas de las catedrales góticas.

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Mobiliario, Ornamentos

y objetos destinados al culto

author02 Ramón Cuadra Cantera 20/12/2005

Todas las épocas tuvieron sus influencias en el diseño de los ornamentos como en los vasos sagrados porque, si bien hay un lenguaje religioso, este evoluciona por la libertad de expresión.

Nuestro Templo tiene magníficos ejemplos. Muchas personas han colaborado en el ajuar que embellece ennobleciendo, porque, lo que al culto se da, no es para una superficialidad, sino para el esplendor intangible y divino al que quiere acercarse la humanidad.

En la sacristía del Templo se guardan objetos de culto, dentro de estos, misales, evangeliarios, libros de oraciones de distintas épocas, algunos obsequios de los Papas a los obispos de turno, como también sacras, copones, cálices etc.

A esto lo completan los muebles donde se custodian los objetos de culto como también los ornamentos, el reloj, algunos cuadros y las imágenes coloniales de San Felipe y Santiago, traídas de España por Melchor de Viana a fines del siglo XVIII

En el año 2004, luego de pintada la sacristía, se colocó delante de la ventana la antigua imagen del Cristo Eucarístico, tallada en madera, que se encontraba en la capilla del Santísimo y que más tarde fuera retirada permaneciendo por muchos años guardada en el coro de la Iglesia. Esta imagen de Cristo tuvo gran devoción popular a principios del Siglo XX. También se aprecia en una de las paredes el cuadro del Beato Pio Nono que lo mandara a Roma Mons. Isasa, en 1873, cuando realizaba los estudios del Seminario. Este cuadro se colocó en el lugar actual cuando se llevó al Templo el cuadro de la Inmaculada.

Los Ornamentos

Las vestimentas litúrgicas actuales son herencia de los trajes normales de los primeros siglos, al dejarse de usar en la vida diaria se siguen usando en el culto.

Las vestiduras no tienen una función en sí misma, sino una función pedagógica, siendo un elemento expresivo en lo que se refiere a las comunicaciones humanas. Los ornamentos existentes son de distintas épocas, algunos pertenecen a principios del siglo y guardan las normas litúrgicas de su tiempo. De los que se conservan en la Catedral podemos destacar juegos con casullas en forma de guitarra, dalmáticas, velo humeral, capa pluvial, que están bordadas con hilos de oro y sedas de colores sobre terciopelo, constituyen toda una artesanía.

Los hay de distintos colores propios del tiempo litúrgico que los distingue ye variados dibujos en lo que se refiere a los bordados. En la realización de estos ornamentos se especializaban personas que trataban de conjugar el decorado con los colores de la tela y con los dibujos.

Se destaca un juego de casulla, dalmática, tunicela, velo humeral y capa pluvial, que perteneció a Mons. Juan Francisco Aragone, premiado en la exposición de Paris en el año 1900. La sobriedad y la hermosura se combinan magistralmente en ellos. Este ornamento es de una fina tela decorada sobre la cual se adhirieron guardas de color rojo con apliques y bordados en oro.

Casulla quiere decir “casa pequeña” y es el ornamento que caracteriza la celebración litúrgica. En un principio fueron amplias, adquiriendo con el tiempo formas más recortadas, hasta llegar a la forma de guitarra, recargándola, con bordados y adornos.

Se conserva también la casulla roja que usara Juan Pablo II en la misa campal de Tres Cruces el 1 de abril de 1987 y que donara al ajuar de la Catedral. Esta es una estilización que habla de la estética de nuestros días.

También debemos destacar la que donó el Papa Juan Pablo II con motivo de los doscientos años de la Catedral, casulla amplia y distinguida con guardas celestes que decorativamente acompañan su caída.

Mitras

Dentro de los ornamentos propios de los obispos se encuentra la mitra. Es el tocado litúrgico apropiado para todos los obispos de rito latino. La palabra mitra es de origen latino y era el nombre dado al tocado de los sumos sacerdotes judíos. En la sacristía se conservan algunas que pertenecieron a los obispos de los últimos años.

Hay mitras de diversos estilos y colores según la función litúrgica en que se utilizaban. Las mitras llamadas preciosas eran muy comunes antes del Concilio Vaticano II, estaban adornadas con finos bordados en hilos dorados y tenían una profusión de piedras de distintos colores. Estas eran usadas en los oficios litúrgicos los días de mayor solemnidad.

El báculo signo de su ministerio pastoral

Es símbolo de la necesidad del obispo, de cuidar del rebaño que el Espíritu Santo le ha encomendado guardar, como pastor de la Iglesia de Dios. Los báculos que se conservan en la Catedral tienen forma del Cayado y están adornados con motivos diferentes. El que perteneció a Mons. Aragone es trabajado con decoraciones en filigrana.

Los vasos sagrados

Dentro de los vasos sagrados debemos distinguir en primer lugar el cáliz y la patena que son donde se consagran las especies de pan y vino, y los copones donde se guardan las hostias consagradas.

Una singular orfebrería denuncian los cálices que pertenecieron a Mons. Isasa, son de un valor estético y material significativo. Uno de ellos de elevado pie y copa pequeña, lleva en relieve alrededor de esta la escena de la última Cena, y en base esculturas de pie con los padres de la Iglesia de Occidente.

El otro cáliz un poco más bajo, de similares características pero sin la cena alrededor de la copa, lleva en la base tres figuras sentadas que representan a Moisés, Aarón y a Melquisedec.

Dentro de los objetos más apreciados están dos cálices de formas simples y sencillas uno donado por Pablo Vi, y otro testimonial donado por Juan Pablo II en cuyo pie se grabó la siguiente inscripción: “Obsequio de S.S. El Papa Juan Pablo II a la Arquidiócesis de Montevideo. 31-3-87”.

En el año 2004 con motivo del bicentenario de la Catedral el Papa Juan Pablo II dona un hermoso cáliz para la celebración de la misa de tan apreciado acontecimiento.

Se guardan copones de distintos tamaños y formas que se han ido heredando con el paso del tiempo. La mayoría de ellos se usan actualmente, pero ha ganado significación uno de dimensiones un poco superior a los restantes, sin adornos atrayentes salvo una piedra que tiene en medio de la Cruz de la tapa, por ser el que tradicionalmente se utiliza en la Misa de la Cena del Señor el jueves santo y luego se traslada con el Santísimo Sacramento, en procesión hasta la Capilla del Sacramento.

Una crismera perteneciente a Rafael Yéregui hace las delicias de los que gustan de los objetos artísticos. De considerable tamaño, en plata, tiene en su tapa tallada en nácar la escena de Tobías y el Arcángel San Rafael. Esta crismera es usada tradicionalmente en las ordenaciones episcopales y sacerdotales. También se guardan las antiguas crismeras donde el obispo bendecía los óleos y consagraba el Santo Crisma en la Misa Crismal. Éstas no son de un elevado valor artístico y material pero si de un fuerte valor testimonial.

Se conservan las que se usan actualmente que son unos hermosos recipientes cuyo pico tiene forma de cuello de cisne y son de una estética exquisita destacándose por la simplicidad de su forma y lo armonioso de sus líneas.

También podemos apreciar los fanales de plata de la Archicofradía del Santísimo Sacramento y el guión, éste es un estandarte de forma rectangular de material duro, forrado en tela, con apliques y bordados emblemáticos de los signos de la cofradía custodiándose.

El capello cardenalicio que perteneció al Cardenal Babieri se conserva también dentro del ajuar e esta sacristía.

Otros Objetos

Uno de los objetos más atrayentes de la sacristía es el reloj de péndulo. Su antigüedad queda evidenciada en los números romanos de la espera. En ella el cuatro no es “cinco menos uno” (IV), sino cuatro líneas juntas (IIII). En dicha esfera se puede leer la siguiente inscripción: “Iglesia Matriz-Montevideo 1869- Cura rector. I. M. Yeregui”.

En el año 2004 fue traslada a la sacristía parte del antiguo lavatorio que se encontraba en el salón parroquial que era la vieja sacristía, este lavatorio de mármol gris tenía en la pared de apoyo, también de mármol una placa con la siguiente inscripción: “marzo de 1868 Cura R. Yeregui”.

Se aprecia un antiguo mueble de sacristía de estilo portugués, de 2,10 x 1,50m., que es el mueble más antiguo que posee la Catedral. En la parte superior tiene dos puertas que dan acceso a un lugar espacioso dividido por tres estantes, y en la parte inferior tres cajones de largo del mueble completan su línea. Las puertas están trabajadas con molduras y todo el mueble, que es de estilo portugués, decorado con una sutil taracea..

La araña que adorna la sacristía es de seis picos de luces con un gran plafón de vidrio que también se ilumina. Denuncian su antigüedad, las pequeñas llaves en los brazos por donde pasaba el gas que se utilizaba para la iluminación. Actualmente se han electrificado.

Los objetos del presbiterio

En este punto podemos comenzar entonces en el Presbiterio, junto a la cátedra del obispo, se encuentran los sitiales de la Sala de Representantes del Cabildo de Montevideo. Estos además de su nobleza son testimonio de las glorias de nuestro pasado histórico.

En el espacio del antiguo presbiterio encontramos una cátedra que perteneció a Mons. Vera y lo denuncian el Jacinto y el corazón de María que tiene tallados sobre el respaldo. Ésta cátedra fue utilizada por Mons. Soler quien le mandó bordar en el escudo. Cuando se restauró en 1996 se quitó el bordado porque estaba deteriorado y se mandó enmarcar, retapizando la cátedra como se le ve actualmente. Mons. Gottardi en los últimos años de su episcopado la tomó como sede.

En el mismo espacio se encuentra la cátedra que perteneció a Mons. Parteli realizada en 1972 cuando se hizo el primer arreglo del presbiterio, luego la utilizó Mons., Gottardi un tiempo, hasta que le fue cambiada por la Cátedra portátil de Mons. Vera. Al tomar posesión de la Diócesis Mons. Cotugno la volvió a utilizar. Cuando vino el Santo Padre Juan Pablo II por primera vez al Uruguay en 1987 desde ella dirigió el mensaje a los sacerdotes y religiosos, reunidos en nutro templo mayor.

Unas pequeñas placas de bronce colocadas en los posa brazos de esta recuerdan la fecha de su visita a la Catedral y parte del discurso que pronunció.

El antiguo altar mayor en su templete exhibe un valioso tesoro en lo que se refiere a la historia y a los objetos de culto: la custodia colonial de plata, de más de un metro de altura, decorada con algunas imágenes de ángeles que presentan diferentes símbolos. La sobriedad de su trabajo, el sentido religioso que acompaña el objeto sagrado en cada uno de sus detalles, la corona que remata la rayera superior, hablan de una pieza de orfebrería antigua y sofisticada, sin excesos y de gran sobriedad.

Los sonidos

Cerca del viejo altar mayor se aprecia el carillón de escala de campanas que es usado durante la ceremonia de la Vigilia Pascual, es una pieza de madera dura con campanas de bronce afinadas de graves a agudos que al girar producen una gama de timbres que se abren en un abanico sonoro.

La Archicofradía del Santísimo Sacramento, la institución más antigua de la República desde sus orígenes en 1700, se preocupó por mantener la dignidad del culto a través de los vasos litúrgicos como de los ornamentos.

A esto le sumamos algunas piezas antiguas, de características históricas, que se salvan del olvido, por ser ornamentos, vasos sagrados y piezas de mobiliario litúrgico que ella ha conservado en condiciones de uso.

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Imagenes Religiosas

en la Catedral

author02 Ramón Cuadra Cantera 20/12/2005

Las imágenes que custodia nuestro templo, no son precisamente en su mayoría las del tiempo de la colonia, en que fue construido. Se conserva la Inmaculada Concepción expuesta a la veneración pública en la capilla del Santísimo Sacramento, a la que se le dio en el año 1954 la advocación de Nuestra Señora de la Fundación. Las de San Felipe y Santiago se encuentran en la sacristía.

Otras reemplazaron a las coloniales, no por ignorancia de quienes lo hicieron sino por pensar en embellecer el templo y exponer a la veneración de los fieles aquellas imágenes que se consustanciaran con su tiempo y su estética. Sin lugar a dudas fueron reemplazadas algunas que las creemos de un valor superior, en lo artístico, a las actuales, como también debemos pensar en otras que superaron en lo sustancial a las que sustituyeron.

Pero ciertamente, todas ellas se han ligado al templo de tal manera que su presencia se hace insustituible, y sus formas dominan el espacio de los altares, abiertos a la devoción de los fieles.

En el retablo del altar mayor se encuentran las imágenes de la Purísima, San Felipe, Santiago y el Ángel Custodio de la República. La Purísima, es una imagen traída de Italia a instancias del Padre José Benito Lamas en 1854 y fue colocada en el lugar que luce actualmente en 1864. Las de los apóstoles San Felipe y Santiago fueron traídas por Don Teodoro Reissig en 1867. La del Ángel Custodio de la República se colocó en 1883 y fue comprada en la casa A. Luffre en Francia. Estas imágenes fueron restauradas en 1953 completando las obras de restauración del retablo y del altar mayor.

Sobre las puertas de acceso a la Sacristía y a las Tumbas de los Obispos se encuentran dos cuadros, pintados al óleo, uno de la Inmaculada Concepción, sin firma probablemente en 1878 y el otro de los Apóstoles San Felipe y Santiago del pintor veneciano Pasinati del año 1826, donado por Mons. Salusti.

Los vitrales de la cúpula y el transcepto

En el tambor de la cúpula se pueden apreciar ocho vitrales, siete comprados en la Casa Lavallois Hequet de París llegaron en 1868 representan a Santiago, San Mateo, San Lucas, San Pedro, San Felipe, San Juan, y San Marcos, (mirándolos en sentido horario). El otro que ocupa el centro oeste de la cúpula es realizado en el país y representa la Inmaculada Concepción. Sobre el Altar del Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque, y sobre el Altar del Calvario otro de iguales dimensiones que representa La Oración de Jesús en el Huerto. El del Sagrado Corazón lleva la firma de la casa Meyer y Cia. Munich Alemania.

Nave Norte

Comenzando el recorrido de la Iglesia por la nave norte encontramos el altar de Nuestra Señora del Carmen que preside la nave desde el transepto. En él se venera una imagen realizada por el escultor genovés Paolo Olivari en el año 1832. La imagen es de una factura muy buena y una de las más hermosas con que cuenta el templo, está firmada por el autor y conserva el tipo barroco que tanto impresionó a la imaginería religiosa. Esta advocación fue muy celebrada por los antiguos montevideanos, es por eso que encontramos desde los orígenes de la Matriz un altar dedicado a la Virgen del Carmen.

El altar que se conserva actualmente, fue realizado en 1889. Es de una sola hornacina enmarcada por dos capiteles corintios y coronado por un casquete en forma de concha, pudiéndose ver sobre el arco que la enmarca el escudo de la orden carmelita.

En la parte inferior, en una vitrina, se encuentra la imagen yacente de San Fermín realizada en cera policromada y vestida con los atuendos propios de la época romana, mostrando las huellas del martirio. San Fermín fue Obispo en Pamplona, donde se lo celebra con grandes festejos, muriendo como mártir.

Sobre la pared norte del transepto se encuentra el altar del Sagrado Corazón construido en 1875, pero destinado a esta advocación años más tarde, dividido en tres hornacinas ocupando la central –que es la mayor- la imagen del Sagrado Corazón traída en 1882. En las otras hornacinas dos imágenes, la de Santa Rosa de Lima y la de San Estanislao de Koska. Este altar posee un retablo superior donde puede verse la imagen de San Rafael Arcángel y durante algún tiempo entre 1875 y 1882 estaba dedicado a él. Por eso creemos que la parte superior es un agregado realizado en 1882, cuando se lo dedica al Sagrado Corazón. La imagen de San Rafael aparece junto a la de Tobías, es una hermosa composición, donde se aprecia la escena que se narra e en el libro de Tobías.

Saliendo del transepto en la nave norte encontramos una hornacina dedicada a Nuestra Señora de los Dolores, devoción muy antigua que también se afincó en nuestra tierra por influencia española. Nuestro primer obispo Mons. Jacinto Vera tenía gran devoción a esta advocación y en su escudo aparece el Corazón de María traspasado por la lanza como lo cuenta la Escritura en el relato de la profecía de Simeón. La imagen es de vestir y lleva ropas de color negro, pudiéndose apreciar sus manos finamente realizadas, quedan tapadas por sus vestiduras las piernas y los pies que también están trabajados, y su rostro trasparenta el dolor. En medio del pecho un corazón de plata traspasado con siete lanzas nos recuerda los siete dolores de María. La imagen se encontraba antiguamente en la capilla del Santísimo, que se la denominaba de la Dolorosa, pasado el tiempo y luego de las reformas que se hicieron en ella, la imagen fue colocada donde luce actualmente.

Inmediatamente encontramos el altar de Nuestra Señora de Montserrat, devoción que se remonta en nuestro país por lo menos a 1833, seguramente sostenida por las familias catalanas. La imagen la presenta sentada y con el niño en su regazo. El niño sostiene el mundo en su mano. La tez de ambos es morena, pero en nada se parece esta imagen a la original románica, totalmente negra y con la vestimenta en oro que se venera en Montserrat Cataluña desde el siglo IX.

Al lado de la hornacina central flanqueada por las columnas, sobre dos repisas se encuentran las imágenes de San Miguel y San Juan Bautista.

Siguiendo este recorrido desde el transepto y antes de la capilla del Santísimo, encontramos el último altar de la nave norte que está dedicado a San Pedro. Antiguamente existía una imagen de vestir del Santo, que lo representaba sentado en una silla dorada, pero en 1879 se quitó la imagen antigua de San Pedro y se colocó la actual, donde se lo representa también sentado pero vestido con los ornamentos papales, tiara, báculo en forma de cruz con tres brazos como los patriarcas y apoyando sus pies en un almohadón. En el mismo altar se pueden ver las imágenes de San Pablo y San Agustín. Este altar fue trabajado en 1900 por el escultor Vicente Scalfi.

Desde 1998 se encuentra una hornacina con tapa de vidrio con la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres. Fue colocada en ese lugar al retirar la placa que recordaba a Monseñor José Marcos Semería. (Esta placa fue colocada en la tumba de los obispos, cuando se trasladaron sus restos a la catedral de Melo.) Es una pequeña imagen realizada en resina, réplica de la original que se encuentra en la Catedral de Florida. El culto a la Virgen de los Treinta y Tres es de tradición, porque siempre se vio en ella a la patrona y protectora de las gestas de la independencia y la nación. Delante de su imagen desfilaron indios, negros y criollos, todos con un sincero cariño y poniendo en sus manos la plegaria. La original es una pequeña imagen de treinta y seis centímetros de altura, tallada en cedro proveniente de las Misiones, con las características propias del barroco, donde el movimiento prima en la forma. Los rasgos de la virgen dejan ver, por lo delicado de su talla, la maestría y el oficio del artesano que la realizó. Tiene ojos de vidrio y está policromada.

Fue testigo y patrona de la acción libertadora así lo narra la historia que ha quedado en el recuerdo del pueblo uruguayo. Se cuenta que luego del desembarco de la Agraciada, el ejército oriental va conquistando distintos pueblos y enarbolando su bandera. Dejando instalada el 14 de junio de 1825 la Asamblea Soberana, cantándose un “te deum” en la iglesia e inclinando ante la imagen de la Virgen el pabellón patrio. Esto llevó a que se la conociera con el nombre de la Virgencita de los Treinta y Tres, en recuerdo del gesto de aquellos prohombres de nuestra historia. Más adelante el 25 de agosto, cuenta la tradición que antes de leerse el acta de la independencia en la Piedra Alta, los asambleístas ofrecieron una misa y un “te deum” ante la imagen.

Pasados los años, el 21 de noviembre de 1962, Su Santidad Juan XXIII la proclama Patrona del Uruguay. El 8 de mayo de 1988 Juan Pablo II le consagra el Uruguay.

Nave Sur

El altar que ocupaba el espacio en donde actualmente se encuentra el monumento a Mons. Soler, estaba dedicado a San Baltasar. Una costumbre colonial, instituida por la cofradía de negros, hacía que todos los seis de enero, al ritmo de tamboriles, sacaran la imagen en procesión para rendirle su homenaje. Con el tiempo esta imagen fue sustituida por la de San Antonio de Padua. Luego cuando se iba a inaugurar el monumento a Mons. Soler, se trasladó la imagen de San Antonio para el altar en que se le venera actualmente, sustituyendo la imagen de San Juan Nepomuceno, desapareciendo ese altar que era 1833.

Desde setiembre de 1930 se venera la imagen de San Antonio en el altar en que lo encontramos actualmente. Este altar no se diferencia demasiado de los demás, teniendo la misma estructura aunque evidentemente con variantes. Estas se producían por el sentido devocional que tenían muchas veces los donantes o los que se encargaban del cuidado del mismo, tratando de embellecerlo lo más posible. Junto al a imagen de San Antonio que ocupa la hornacina, aparecen sobre sendas repisas las imágenes de San Blas y de Santa Lucía, esta última junto con la de San Ramón fueron traídas de la casa Meyer en 1907. La imagen de San Ramón (que se encuentra también en el actual Altar de San Antonio) se quitó de la veneración pública en la década del setenta del siglo XX, para mantener un estilo uniforme en los altares del templo, que tienen la imagen central flanqueada de otras dos más pequeña.

El altar de la Virgen de la Merced, procede de la casa Cartous de Buenos Aires, fue adquirido en 1870. En la hornacina se encuentra la imagen de nuestra Señora llevando las vestiduras propias con que la describieron San Raimundo de Peñafort, San Pedro Nolazco y Don Jaime I, conquistador Rey de Aragón, a quienes se les apareció. Es una imagen e gran tamaño y posee las características en sus rasgos de las imágenes antiguas, lleva en brazos al niño Jesús que tiene en sus manos unas cadenas rotas, símbolo de la libertad. Esto dio lugar a la fundación del Instituto de Santa María de la Misericordia, que se dedicaba a redimir esclavos. Este altar decorado con los elementos propios de la orden de los mercedarios, cadenas, yelmos, cepos, etc., no tiene otras imágenes que flanqueen la principal.

Seguidamente encontramos el altar de San José que fuera adquirido también en la casa Cartous. La imagen de San José es de principios del siglo XX y fue adquirida en la casa Meyer, sustituyendo la antigua que según cuentan pasó a la capilla de Mons. Isasa en Miramar. La imagen representa al padre adoptivo de Jesús, esposo de la Virgen María con su hijo en brazos. El Niño lo señala, como indicándonos que supo cumplir siempre en silencio la voluntad de Dios. A ambos lados del altar aparecen las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen, que son de tamaño más pequeño. El altar de San José, fue restaurado por el tallista Vicente Scalfi.

Continuando el recorrido de la Nave Sur encontramos “El Santo Cura de Ars”, inaugurado en 1999. Es una talla en mármol realizada por el escultor Ramón Cuadra Cantera. Representa al Santo vestido de sotana y roquete con la Sagrada Escritura abierta y sostenida sobre el pecho con ambas manos. La mano derecha sostiene junto con el libro la estola, símbolo de su amor por el sacerdocio y su entrega en el anuncio de la Buena Noticia.

El altar de la Pasión era llamado antiguamente el altar “del Cristo”, en él se encontraba una imagen en madera policroma, que según la tradición, era obra del escultor Martínez Montañes; fue sustituida en 1865 al restaurarse el altar por las imágenes que contemplamos actualmente traídas de Munich.

El Santo Cristo de Martínez Montañes, se encuentra en la capilla personal del Arzobispo, en la Curia de Montevideo. Es una muy buena talla en madera estofada y policromada, en ella se aprecia el movimiento propio del barroco en los pliegues abundantes que cubren al Cristo, que al igual que el de Velásquez, tiene una aparente serenidad en lo profundamente dramático del tratamiento de sus formas.

Las imágenes que están expuestas a la veneración pública, son sin lugar a dudas de muy buena factura pero no alcanzan el sentido artístico y emocional que tenía el Cristo del Montañés. Como fondo de este altar dándole marco a las imágenes, el artista Panini en 1897, realizó una pintura que representa a Jerusalén.

Por último y presidiendo la nave sur se encuentra el altar de nuestra Señora del Rosario. Esta advocación estuvo presente en la Matriz desde sus inicios. Cuenta Sausti que una imagen de la Virgen del Rosario se encontraba en el altar mayor, ciertamente no es la que vemos hoy que es de 1890. La imagen se compone de un conjunto, al estar flanqueada por Santo Domingo de Guzmán y Santa Rosa de Lima. Este altar posee quince medallones pintados al óleo, representado los misterios del Rosario y es de hacer notar que, para darle importancia a la Coronación de la Virgen, fue cambiado ex profeso el orden correlativo de los misterios gloriosos, haciendo ocupar el centro del arco del retablo a este misterio.

En la capilla del Santísimo Sacramento se venera la imagen de Nuestra Señora de la Fundación. Se trata de la imagen más antigua que acompañó todos los procesos de templos que tuvo la Catedral hasta llegar al actual. Es una hermosa talla en madera de estilo barroco, representando a La Inmaculada Concepción, ya que a esta advocación está dedicado el templo. Al ser sustituida en 1853 por la que vemos actualmente en el retablo del templo, se guardó en una de las galerías y fue encontrada, un tanto deteriorada en el año 1952. Luego de restaurada, el Cardenal Barbieri le dio la Advocación con la que hoy se la conoce. Presidió el año mariano en 1954 y una vez restaurada la capilla del Santísimo, fue trasladada al lugar donde se encuentran actualmente, el 5 de noviembre de 1961.

Sobre la puerta del baptisterio se aprecia el cuadro “la adoración de los pastores”, replica del de Gherardo delle Notti, que vendió Juan Manuel Blanes por 655 a la Catedral.

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Espacios de Celebración

en la catedral

Presbiterio y Altar

El espacio principal es donde se encuentra el altar signo de Cristo. Con la reforma del Concilio Vaticano II el templo necesitó adaptarse a las exigencias de la liturgia. Es así que en 1972 se realiza la primera adaptación por parte del Arq. Rius, que consistió en adelantar el presbiterio y colocar el altar debajo de la cúpula sobre una tarima de madera para que las personas tuvieran una mayor visibilidad y participación en el misterio.

La reforma que vemos actualmente es de 2001 y fue realizada a instancias del Sr. Arzobispo Mons. Nicolás Cotugno por el estudio de los arquitectos Colet-Neri. El nuevo presbiterio se enmarca en el ancho de la nave central llegando de pared a pared y cubriendo la escalera de acceso al antiguo presbiterio destacándose en gran superficie semicircular en el frente con dos escalones. Está recubierto de fieltro rojo y con terminaciones de madera molduradas.

Un poco desplazado del centro se encuentra el altar, obra de Fernando Izquierdo, rodeado de relieves, tres de los cuales, el del frente y los laterales, fueron realizados sobre dibujos del Padre Edison Noguéz. El altar es del año 1981 y fue consagrado por Mons. Carlos Parteli el 27 de setiembre de ese mismo año.

También en el presbiterio se encuentra el ambón que es el lugar desde donde se proclama la palabra. Este es de madera con tallas como las del altar y fue realizado por el mismo escultor, sobre diseños del Pbro. Gonzalo Estévez, en el año 1998. Completando este espacio se destaca la cátedra del Arzobispo, que es de mármol y fue colocada en el lugar donde se encuentra actualmente en la última reforma del presbiterio. Esta cátedra fue donada por los fieles a Mons. Aragone en 1922 y se encontraba adosada a la pared en el antiguo presbiterio.

Retablo del antiguo Altar Mayor

En el ábside se encuentra el retablo y el antiguo altar mayor. El retablo fue realizado por Serapio Sienra en 1877-1878 en madera de nogal y permaneció sin dorar hasta el año 1885, en que Juan Viñals lo decora dorando alguna de sus partes. Está compuesto por cuatro hornacinas, tres alineadas en la parte central dando primacía a la del medio que se encuentra un poco más alta y una que lo corona. Las hornacinas centrales están flanqueadas por columnas de orden corintio con fuste estriado y todo el retablo está ornamentado con diferentes relieves en madera que hacen alusión a los Santos Patronos San Felipe y Santiago, y a elementos devocionales y sacros de la iglesia romana.

En las hornacinas se encuentran las imágenes de los patronos presididos en la hornacina central por la Inmaculada Concepción, una hermosa talla mandada traer de Italia por el Padre José Benito Lamas en 1854 y colocada en el lugar que ocupa actualmente en 1864. A sus constados están las imágenes de San Felipe y Santiago, traídas por don Teodoro Rissig en 1867, y en la hornacina superior se ve la imagen del ángel Custodio de la República que llegó en 1883 comprada en la casa A. Luffre de París. La imagen de la Santísima Virgen, sustituyo sin dudas a la que hoy se conoce bajo la advocación de Nuestra Señora de la Fundación, que es la más antigua que existe en el templo, junto con las de San Felipe y Santiago, imágenes de vestir que trajera a fines del Siglo XVIII Don Melchor de Viana, sustituidas luego por las que vemos actualmente.

El Retablo es coronado por un casquete al estilo renacentista. Los colores que lucen actualmente el retablo y las imágenes, les fue dado por Ignacio Puig cuando los restauró en 1953. El altar al que le hace fondo el retablo, fue también restaurado en ese tiempo y se inauguró junto con la restauración de este, ambos en abril de 1954. En él se encuentra una pieza de notable valor como lo es la custodia colonial de plata de más de un metro de alto. Es una de las joyas más valiosas en lo que respecta al patrimonio de la Catedral. En el antiguo presbiterio también se puede ver el carrillón de escala de campanas que se usó desde siempre en la solemne misa de la Vigilia Pascual.

La capilla del Santísimo Sacramento

Esta capilla era antiguamente llamada capilla de Los Dolores, porque en ella se veneraba la imagen de nuestra Señora de los Dolores, a quién, nuestro primer Obispo profesaba una gran devoción. Es un espacio circular de aproximadamente once metros de diámetro, que se construyó al mismo tiempo que el templo y que se tiene acceso a través de él por una gran arcada. Durante la década del sesenta adquirió el aspecto que presenta actualmente, cubriéndose sus paredes con mármol hasta la altura de la cornisa y dominado el espacio interior cuatro grandes hornacinas flanquadas por sus respectivas pilastras, donde apareen las figuras de los evangelistas realizadas en medallones de bronce; San Lucas y San Juan obras de José Luis Zorrilla de San Martín, y San Mateo y San Marcos obras de Ramón Cuadra Cantera.

Sobre la pared norte, de frente al acceso a la capilla, está el altar de la Virgen de la Fundación. Esta se encuentra en una pequeña hornacina, de mármol travertino como el de las paredes, con una placa a sus pies donde reza la leyenda explicativa de su advocación.

La pieza fundamental de toda la capilla, junto con la Vírgen de la Fundación, es el altar del Santísimo Sacramento realizado en 1939 por el escultor Pasquino Bacci. Es de mármol de carrara estatuario con algunas incrustaciones en ónix y bronce. Se destaca el sagrario de base octogonal, que es una pieza en forma de templete, con puerta de bronce dorado donde aparece en relieve un cáliz y una hostia, enmarcada con símbolos propios de la eucaristía. A los costados de la puerta pueden verse dos figuras pequeñas de ángeles en actitud de oración. Encima de la puerta está tallada una paloma símbolo del Espíritu Santos. En la parte delantera debajo de la mesa del altar esta esculpida la santa cena basada en el cuadro de Leonardo da Vinci. Todo el conjunto se remata con un pequeño crucifijo sobre el Sagrario. La cúpula fue demolida y vuelta a rehacer durante el tiempo de restauración, y se consolidó la bóveda, para lo cual hubo que demoler la falsa bóveda de yeso pintada por Pío Collivadino.

En este espacio sobre la pared Este, se encuentra tallada una cruz, copia del pectoral que le ofrecieron los fieles a Mons. De Santiago, cuando lo nombraron Protonotario Apostólico, quiere ser también un homenaje a su figura y a la entrega que tuvo en lo referente a la vida pastoral de la parroquia como a la restauración del templo. Debajo de la cruz aparece grabada en la pared una leyenda que alude a la divinidad de Cristo y a la majestad de su gloria. En este espacio están sepultados el General Venancio Flores y el Cardenal Antonio María Barbieri.

El Baptisterio

Este espacio de forma rectangular contiene en su interior la fuente bautismal comúnmente llamada pila bautismal. Por el bautismo los cristianos pasamos a formar parte de la comunidad cristiana y nos iniciamos a una nueva vida, la que viene de Cristo.

Por lo tanto, el elemento que domina este espacio es la pila bautismal de mármol realizada en Italia por Salvador Jiménez en 1842 y costeada por donaciones. Es una pieza de mármol blanco, donde se destaca la fuente propiamente dicha, sostenida por una columna de base cuadrara con pilastras de estilo jónico y fuste estriado.

Debajo de ellas, en las cuatro caras, puede leerse las siguiente inscripción: “Cura Rector J. B. Lamas, Marzo 26, 1842. Salvador Jiménez.” La fuente está rodeada por una balaustrada de mármol sobre la que se encuentran esculpidos dos niños que portan los símbolos de la liturgia del bautismo, uno la jarra de agua y otro el óleo de los catecúmenos y el santo crisma. Este último que se encuentra en la balaustrada de la izquierda (mirando el conjunto de frente), es de mejor factura que el otro. Todo este conjunto está apoyado sobre una tarima circular que tiene dos escalones de acceso.

Al fondo sobre la pared de respaldo, se encuentra encima de una repisa de mármol la escena del Bautismo de Cristo, tallada en mármol de carrara. Por el estilo es posible darse cuenta que no pertenece a las piezas del conjunto, sino que fue realizada tardíamente e incluso es posible decir que Bacci fue quien la talló. La pared del recinto es estucada presentando paneles de tonalidades bordeaux, salpicados en azules y cremas. El techo tiene una tonalidad verdosa con apliques en dorado a la hoja, lo mismo que los capiteles de las pilastras. En el año 2003 fue restaurado totalmente y se quitó la araña que lo adornaba, instalando otro tipo de iluminación.

El baptisterio conoció diferentes decoraciones desde la de 1860 en que lo decora Agostinelli, hasta llegar a la actual que es de 1931, realizada por el decorador Servetti. En este espacio se encuentra desde el año 2004, la antigua pila bautismal realizada en una sola pieza de piedra por el picapedrero y artista Juan de Miranda en 1753. Además de unirse a la historia del templo, queda ligada a la historia patria porque en ella fue bautizado el héroe nacional José Artigas.

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